Sam Nieswizski : hisoriador del patín
Sam es un apasionado del patinaje. A sus 86 años, su energía está todavía intacta. Cuando habla de patines de ruedas, sus ojos comienzan a brillar. Es un hombre apasionado y apasionante, inagotable, una enciclopedia viva de la historia del patín de ruedas. Retrato...
Par alfathor

Artículo de 2005, reeditado
«Ficha técnica»
Nombre: Sam
Apellido: Nieswizski
Alias: « Fend la bise »
Profesion : jubilado, antiguo técnico en Radio Francia
Fecha de nacimiento: 1927
Edad: 86 años (en 2013)
Nº de pie: 42 EU
Peso: 73 kg
Altura: 1,74 m
Situación matrimonial: viudo
Práctica: sobre hielo y en ruedas desde la adolescencia
Comenzó a patinar: en la infancia
Plato preferido: Hareng (por sus abuelos rusos)
Música preferida : Clasica (Bach) y Jazz
Hobbies : bricolage (electricidad)
Lo que le gusta: El patín, en general
Lo que no le gusta: Personas que se toman demasiado en serio y las ideas estrictas
Signo particular: historiador del patín. Posée más de 4000 piezas, relativas a la historia del patín desde 1991. Y sigue reuniendo más cada día.
Trabajo de referencia: Rollermania, 1991
Había una vez
En el corazón de París, no lejos de la Plaza de Italia, vivía un hombre cuyos sótano y apartamento estaban repletos de mil y una maravillas (casi en sentido literal). Cada rincón escondía objetos de formas extrañas y antiguas, viejos patines de madera de dos, tres y cuatro ruedas; patines de ruedas neumáticas, de metal, de madera, de marfil… A través de estas piezas extrañas, dos siglos de historia del patín nos contemplan. Desde hace 25 años, Sam a recopilado más de 4.000 piezas relacionadas con el patín de ruedas: patentes, anuncios, postales, etc. Entrevista…
Buenos días, Sam. ¿Cómo te ha llegado esta pasión por los patines?
Al principio, patinaba a ruedas como todos los chavales; era antes de la segunda guerra mundial. Durante la ocupación, siendo adolescente, en el Midi, no había patines. Después volví a Paris, y descubrí el patinaje sobre hielo, y se convirtió en mi gran pasión. Pasaba en ello todos mis ratos. Iba tres veces por semana; el problema, en verano, era que no había hielo.
Un día, vi a una pareja de jóvenes en la calle con un par de patines muy perfeccionados en la espalda, y tuve muchas ganas de probarlos. Iban al patinódromo de ruedas. No era el mismo tipo de público que en el hielo. El ambiente era más popular, el espíritu más alegre. Tuve un poco de mala acogida porque patinaba con un aire de patinaje sobre hielo, un poco snob, con corbata y de repente unos tipos dijeros «bien, dinos, tienes mucho morro para un patinador (risas)».
Había deportistas que iban a entrenarse, los tipos duros que querían bronca, y soldados americanos que se sentían un poco como en su casa. En esta época, se practicaba el «roller-catch» (a pillar). Cada hora, durante 5 minutos, se hacía una especie de carrera en la que todo estaba permitido: golpes con los hombros, empujones… bastante brutal.
Para mí, el patinaje en ruedas no era más que un sustitutivo del hielo. En 1957, creo, el patinódromo de ruedas cerró. Se había quedado como un deporte para niños. Los adultos que los practicaban eran considerados como marginados. Algunos deportistas lo practicaban minoritariamente. Los pocos adultos que rodaban por gusto, reclamaban un lugar para patinar, que resultó ser el Palacio de Tokyo, actualmente invadido por los skaters.
Un señor mayor venía con un gramófono y se ponía a bailar con una compañera imaginaria valses o marchas militares. La gente miraba boquiabierta y admirada. Yo patiné mucho tiempo ahí.
Por fin, en 1979, ocurrió el boom de las ruedas de polyuretano, la gente venía con patines fijados a botas de basket. Iban a Torcadero, al museo de Arte Moderno. Cada año, había un paseo: «Paris sobre ruedas». Antes de este periodo, no se encontraban buenos patines en las tiendas. Antes, comprabas los mejores patines infantiles, les quitabas las correas, unías botas y planchas taladrando y ponías ruedas de madera para sustituir las de hierro. Había que meter más horas de mantenimiento que de uso. A partir de ese boom, se empezaron a ver buenos patines italianos y franceses. Empecé a patinar más a menudo, empezó a ser menos marginal.
¿Porqué empezaste tus investigaciones sobre patines?
Un día, al principio de los años 80, caí con un libro suizo escrito en francés que trataba en parte de la historia del patinaje. Esto movió mi curiosidad pero era insuficiente para satisfacerme. Quería saber cómo eran los patines antiguos, cómo patinaba la gente. Empecé a hacer investigaciones, sobre todo en el museo de Artes y Oficios. No había absolutamente nada sobre patines. Después, un día, fui al INPI (Instuto Nacional de la Pripiedad Industrial). Allí encontré algunas patentes, y esto me puso sobre alguna pista y pude hacer búsquedas exhaustivas sobre patentes franceses, inglesas, alemanas y americanas. Pasé semanas en el sótano polvoriente y mal iluminado. Poco a poco, incremente mi búsqueda por lugares de p´ractica, patinadores, prensa… Fui a Suiza y a los Estados Unidos.
¿Por esto escribiste «Rollermania» ?
Cada vez tenía más notas sobre mis búsquedas, y me dije que podía escribir un libro. No me pregunté si sería editable, rentable o con un lado comercial. Cuando estuvo casi terminado, comencé a llamar a la puerta de los editores, pero nadie quería este libro. La obra no entraba en la lógica de las editoriales.
Durante todo este tiempo, el libro continuó engordando. Un día, caí por casualidad sobre un anuncio de Gallimard buscando nuevos autores (con una edad máxima de 25 años), que contaran una experiencia, aventura o investigación. Envié una carta, mi manuscrito se remitió a una directora de la colección «Descubrimientos» que aceptó editarlo. Lo hiceron inmediatamente. El librito interesó porque se lo entregué «llave en mano», con toda la iconografía e ilustraciones. Hizo falta un año de trabajo para ajustarlo a la colección. Dos tercios del libro se cortaron. Se editaron 15.000 ejemplares de Rollermania, y actualmente, las dos terceras partes se han vendido, alrededor de 10.000.
¿Continúas investigando todavía?
De vez en cuando, encuentro nueva documentación, pero lo esencial de mi trabajo consite ahora en transformar mis fichas en una base datos. Por ejemplo, sobre patines en el cine, patentes… etc.
¿Conoces a algún otro historiador del patinaje?
Sí y no. He habaldo por teléfono con un coleccionista que donó sus tesoros al Museo del Patín de Lincoln (Nebraska, U.S.A.), pero no nos hemos visto nunca. En Francia, otro coleccionista tiene tantos patines como yo; colecciona patines que él mismo restaura. No está lejos de París. Descubrió esta vocación leyendo mi libro. Ahora, tengo el espacio limitado, por lo que no busco muchas más piezas.
¿Sigues patinando ?
Tuve un pequeño accidente de patines, hace algo de tiempo. Haciendo una figura simple, me caí y me lesioné. Ahora ya ando con normalidad. De momento, el patinaje con ruedas lo tengo abandonado, pero volví al hielo la semana pasada.
¿Cuáles son tus especialidades preferidas?
Hago algunos paseos de vez en cuando, pero lo que más me gusta es el artístico, a mi nivel, en un lugar delimitado. Me gustan los giros, los pasos de vals, cosas relativamente simples. Cuando aprendo algo en el hielo, intento pasarlo a las ruedas. Por ejemplo, he intentado el «short-track», sin hacer carreras, solo por probar ese estilo, que me gusta mucho.
¿Cómo pasas el día?
No tengo reglas. Nunca sé qué voy a hacer cuando me levanto. Me gusta ir a la comprá y cocinar. Tengo una persona que se ocupa de arreglar la casa. Me gusta leer, ir a las ferias, el teatro y algunos conciertos. Escucho discos de música. Paso mi tiempo como quien está de vacaciones. Algunas veces, me junto con periodistas, pero es a temporadas. Hay un efecto de bola de nive cuando uno de ellos escribe un artículo, vienen otros. Normalmente me hacen las mismas preguntas, y yo respondo lo mismo. Esto es un poco exasperante, me da la impresión de ser un loro.
¿La moda se está pasando, cómo ves el futuro del patinaje?
No puedo decirlo. Siempre tenemos la impresión de que todo está dicho pero siempre hay novedades que aparecen. Por ejemplo, en los deportes como el acrobático, cada vez son más cercanos a otros deportes como el trampolín. No tengo nada en contra, les admiro mucho, pero es otro deporte. El slalom me fascina porque no es paginaje artísico, pero requiere la misma virtuosidad. Me alucinan los cracks de la especialidad.
¿Tecnológicamente, cuál crees que será la evolución?
Es difícil de saber. Tenemos la impresión de que los patines de alta gama han alcanzado el tope técnico, pero hay todavía posibilidad de progreso. Las innovaciones actuales son generalmente mejoras de conceptos anteriores, de ideas antiguas que se saben eficaces.
Por ejemplo, el patín en línea fue funcional con la llegada de las ruedas de poliuretano. Los patines actuales son fantásticos. En mi opinión, las vías de progreso están en los patines de artístico en línea, con ruedas en forma de plátano, y un tope frontal. Son buenos pero poco comercializados y requeren todavía alguna mejora.
Las innovaciones no siempre son bien recibidas. Recuerdo haber visto a los espectadores quejarse cuando Arnaud Gicquel ganó los campeonatos de Francia usando patines en línea. Gicquel respondió que seríamos siempre perdedores si no seguíamos a los otros países.
¿El lugar del patín de ruedas en el paisaje urbano ha evolucionado en los últimos años?
La imagen del patín no ha mejorado demasiado en los últimos años. Los automovilistas siguen molestandose si coinciden con la rando de los viernes a la noche. Si ven un patinador en la calzada, les tocan el claxon. Los peatones tienen tendencia a creer que la acera no es más que para ellos y que los patinadores no deberían estar ahí. Con la bici es más complejo, las relaciones son simpáticas y anipáticas al mismo tiempo.
El lado simpatico: hay paseos en común: ciclistas se ríen de los patinadores cuando hay mal asfalto, y los patinadores son bienvenidos en caso de pinchazo. Por el otro lado, en las pistas ciclables, cuando te encuentras dos ciclistas de frente, es muy raro que que se aparten para dejar paso. Tienen un poco de razón, pues no está marcado que los patines estén permitidos.
¿Qué pienas del descenso de apreciación del patinaje?
Soy muy pesimista sobre ello. En una acera, ciertos patinadores no son «maestros» con sus movimientos. Por otro lado, están los que demuestran demasiados conocimientos y asustan a los peatones, que ya de por sí nos aceptan mal. Hay que reformar el espíritu de los patinadores.
En los Estados Unidos, por ejemplo, los patinadores no molestan y los peatones no tienen miedo. Se siente que los patinadores están seguros, pero que mantienen las distancias para no molestar a los peatones. Los coches toleran los patines. Es cossa de mentalidad y educación. Hacer una legislación es difícil pues la bici puedo molestar al tráfico de coches, y más todavía los patinadores.
En una acera, el patinador va demasiado rápido para los peatones. Pero no podemos imponer el patinar a 8km/h. La única medida práctica que se puede tomar es anchar las pistas ciclables. El movimiento pendular del patinador requiere más espacio que el de una bici.
Hay una ilusión entre quienes hacen las reformas y es que los lugares delimitados son suficientes para el patinador. Los practicantes de pista y de calle no son los mismos. Por ello, hacer pistas de patinaje no resuelve el problema.
¿Hay otros puntos que resolver?
Me gustaría que la federación fuera más abierta, sobre todo en cuanto a las innovaciones técnicas y tecnológicas, como el patinaje artístico en línea. Por otro lado, es una pena que la dimensión deportiva del patinaje no sea más mediática. Está mejor que hace diez años, pero todavía está en sus inicios. La imagen de juego infantil es, seguramente, demasiado fuerte. Hoy en día, es una práctica más corriente. En «l’Èquipe» se pueden encontrar algunas líneas sobre el patinaje, ¡excepcional!
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Fotos: Alfathor
Gracias Sam Nieswizski